domingo, 1 de abril de 2012

ENCONTRAR EL MEJOR ANTÌDOTO.

ENCONTRAR EL MEJOR ANTÌDOTO.

Todos experimentamos los mismos miedos en algún momento de nuestras vidas; así podemos superarlos:
~ ATREVERSE A SER FELICES.
Según Abrahán Maslow, todos tenemos miedos de vivenciar nuestras potencialidades más positivas, tenemos miedo de llegar a ser lo que podemos atisbar en los momentos de mayor perfección y coraje.
Seguramente, para muchas personas es así; ser feliz se convierte en algo inalcanzable por que les asusta conseguirlo. Pero ¿a que se debe este miedo? La respuesta está en creencias en las que basamos nuestra identidad más profunda.
Hay muchas personas que tienen un concepto de sí mismos muy negativo, creen que no merecen nada o que no pueden hacer cosas valiosas e, incluso, que no tendrían que existir. Estos conceptos negativos de uno mismo son más comunes de lo que pensamos. Cuando un niño no encuentra en sus padres una respuesta afectiva, es muy fácil que desarrolle la idea de que no tiene derecho a ser amado o que no tiene capacidad para conseguir nada. Alguien con estas ideas negativas no intentará ser feliz. Es como si partiera de la posición de perdedor.
Son estas creencias las que logran que el miedo nos paralice y que no nos arriesguemos a hacer cosas nuevas, a conseguir nuestros deseos. Y si no nos arriesgamos, no aprendemos, no generamos experiencias gratificantes, nos quedamos bloqueados y estancados, con la consiguiente frustración.
Para salir de este círculo vicioso es necesario pasar a la acción, hacer las cosas que uno desea despacio y a pesar del miedo, atreverse a realizar nuevos aprendizajes.
También hay personas capaces de llevar a cabo todo lo necesario para conseguir sus sueños, pero cuando están a punto de lograrlo lo abandonan. Exageran la responsabilidad del éxito; es como si estuvieran preparados para el esfuerzo pero no para el disfrute.
Creer que tenemos tanto la capacidad de experimentar el sufrimiento como el placer, y que las dos cosas son igual de buenas, nos puede ayudar a no tener miedo a ser felices.
Todo se humano tiene derecho a disfrutar la vida. Esta creencia es la base para poder llevar a cabo nuestros sueños. Tenemos que darnos pequeños placeres de vez en cuando, así aumentará nuestra satisfacción y al comprobar que no somos castigados por ello, iremos por deseos más grandes.
~ VALORAR EL CAMBIO.
Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Diciéndome esto me han enseñado a refugiarme en la rutina, convencido de que lo actual, lo vigente, ofrece una seguridad que lo nuevo no podría garantizar. Se habla de rutinas y no de tradiciones.
Rutinario es quien sigue un itinerario preestablecido, como los caballitos de feria que dan vueltas ciegamente en una ruta inmodificable. El hombre rutinario vive así, transita por el camino pero se pierde la fiesta del paseo, refugiado en el itinerario que no cambia, respeta y sigue.
Pero la vida es un permanente fluir, es un entrar y salir. Entramos en nuevas relaciones, trabajos, amores, mundos desconocidos…, para salir y entrar en otras relaciones, trabajos, amores y mundos desconocidos.
Al entrar, abrimos puertas y ventanas que conducen a nuevas posibilidades. Algunas entradas son triunfantes y otras vergonzosas, algunas son forzosas y otras buscadas. Cuando salimos dejamos huellas que hablan de nuestro paso. Algunas son gloriosas y otras tristes. Pero todas construyen nuestra historia.
Vivimos cambiando y cambiamos viviendo. Cuando intentes un cambio, imagina que ventanas abres, reconoce tu libertad para elegir y recuerda que cada día es una nueva invitación a la fiesta. Ten en cuenta que corres el riesgo de perdértela si repites hoy ciegamente, el día de ayer.
~ DEL ERROR TAMBIEN SE APRENDE.
En esta sociedad altamente competitiva en la que el éxito lo es todo, no es de extrañar que exista tanto miedo al fracaso. Al individuo no se le enseña a aprender del error sino actuar con el fin de no equivocarse.
Para la antigua filosofía china son los errores los que nos acercan a la verdad. Si observamos los fundamentos de la ciencia comprobaremos que su funcionamiento es análogo. Cuando un niño pequeño empieza a caminar, fracasa continuamente a la hora de ponerse en pie, lo que le sirve de enseñanza para, al fin, lograrlo. Si impidiéramos que cayera o se diera el más mínimo golpe, nunca aprendería. De hecho esta comprobado, que los niños protegidos en exceso tardan mucho más tiempo en caminar porque se les genera más inseguridad y miedos.
La vida no puede ser “pensada”, sólo puede ser “vivida”. Difícilmente superaremos el miedo al fracaso si sopesamos pros y contras para protegernos de la incertidumbre antes de actuar. Por el contrario, si actuamos y luego extraemos conclusiones, iremos en la dirección adecuada y el miedo no nos bloqueará.
Si el miedo a equivocarte está demasiado presente, te sugiero:
~ Ante la duda de actuar; no actuar, debemos actuar siempre, así aprenderemos algo nuevo. De lo que hay que tener miedo es de quedarnos quietos.
~ Estropear para arreglar. Cuando nos encontremos ante un problema aparentemente irresoluble, podemos aplicar la antigua filosofía china que propone dejar de buscar soluciones durante un momento para pensar en como podríamos complicar aún más la situación. Este “pensar a la inversa”, paradójicamente libera la mente de forma que, en poco tiempo y espontáneamente, se nos ocurren nuevas vías de salida.
~ Un pequeño error al día. Cuando estamos muy tensos ante un proyecto, no nos permitimos el mínimo error, lo que nos provoca ansiedad. En estos casos, cometer voluntariamente un error nos liberará.
~ SERENIDAD FRENTE A LA MUERTE.
Hace algún tiempo trabaje en una unidad de cuidados paliativos, acompañando a personas que se enfrentaban a la muerte. Como premisa de trabajo, pensaba que el miedo a la muerte era algo natural, que todos lo teníamos.
Un buen día conocí a Pablo, un señor mayor que estaba ingresado en la unidad. No le quedaba mucho tiempo de vida y él lo sabía.
La primera vez que fui a verle, estaba sentado al lado de la ventana, frente a su mesita, con un montón de fotos delante; me presente y le animé a que me explicara cuales eran sus preocupaciones. Pablo me contestó que no tenía ninguna. Inmediatamente pensé: “tiene tanto miedo a morir que no es capaz de hablar de ello”. Así que charlamos un rato de las fotos que tenía.
La segunda vez que fui a verle, Pablo tenía un montón de papeles y cartas. Volví a interrogarle. Esta vez se irrito un poquito. Me dijo que se sentía muy tranquilo y que no necesitaba ayuda psicológica. Así que nos pusimos a charlar sobre sus papeles y cartas- Me explico muchas historias de su vida. Era un narrador insuperable; divertido y entrañable.
La tercera vez, en cuanto entre a la habitación, Pablo se levantó, se acercó a mi y, mirándome a los ojos, preguntó: “tienes miedo a la muerte”, conteste “si”. Pablo me sonrió y dijo “no te engañes. El miedo a la muerte es un sentimiento que no es tuyo. Te han enseñado a temerla. Porque la muerte, aunque te cueste creerlo, es una realidad tan natural como la vida. Como supiste nacer, sabrás morir”.
Vive la vida como un regalo, para que, el día de tu muerte, sepas que ha valido la pena vivirla. Y vete cada noche a dormir, sabiendo que no tienes nada pendiente con nadie. Y sobre todas las cosas, que tu motor sea siempre el amor. De esta manera desaparecerá tu temor.
Aquel día, Pablo me dio una lección increíble y real: así fue como vivió y así fue como murió.
~ SIN TEMOR AL RECHAZO.
El principio más profundo de la naturaleza humana es el anhelo de ser apreciado”.
Sentir que pertenecemos a una familia, a un grupo, nos define y nos aporta seguridad. El rechazo es todo lo contrario, nos provoca una herida emocional que nos hace sentir de nuevo pequeños, como niños reprendidos, y nos genera una terrible sensación de inseguridad.
Para evitar esa sensación aprendemos a adaptarnos a lo que se espera de nosotros, se trata de ganarnos un lugar en nuestro entorno, pero una herida temprana o crecer en un ambiente en donde no se nos valoró lo suficiente, puede crearnos un temor excesivo a no ser aceptados.
Entonces nos centramos en intentar que no se escapen emociones, pensamientos o actitudes inadecuadas, pero en ello ahogamos la propia espontaneidad y vivimos en tensión.
Para resolver este temor a ser uno mismo, es preciso atreverse a mostrarse más. Primero, recuperando esa conexión con las propias emociones y pensamientos. Segundo, dando el paso de expresar lo que uno siente, opina o piensa, aunque sea distinto a lo que sienten, opinan o piensan los demás.
Así, superando el miedo a diferenciarnos, llegaremos a desplegar lo que en realidad somos. Y a vivir las relaciones con mayor profundidad y naturalidad.
~ MIEDO AL COMPROMISO.
Cuando nos enamoramos de alguien, lo hacemos en gran medida, de la persona que se quiere o se necesita ver, es decir, inventamos a nuestra pareja y la construimos en función de nuestras necesidades. Es un periodo en el que todo fluye y surge espontáneamente, no se requiere de esfuerzo ni voluntad.
Con el tiempo, esta visión narcisista choca con la realidad y empezamos a percibir la diferencia entre lo que nuestra pareja es y lo que deseamos que sea. Es aquí justamente donde se demostrará la predisposición al compromiso.
Pero este compromiso requiere de una serie de habilidades personales y de una madurez que, en ocasiones desborda los recursos de que se disponen, favoreciendo que el miedo se apodere de la relación.
Aceptar un compromiso supone afrontar este miedo y pasar por el duelo y la pérdida de la imagen idealizada y narcisista que tenemos de nuestra pareja, un hecho que implica un grado de angustia importante, pues siempre flota en el ambiente la idea de que esa persona ideal nos estará esperando en alguna otra parte.
La única forma de acercarse a nuestro ideal interno, es a partir de la construcción y búsqueda conjunta con la pareja que elegimos para, desde una visión más realista, construir codo con codo el camino que asciende en dirección a ese ideal.
~ EL ENCUENTRO CON LA SOLEDAD.
El ser humano nace con la necesidad de vivir en grupo. Cuando crecemos, toda nuestra estructura psicológica apunta hacia una vida compartida: en familia, en pareja, los amigos, los compañeros de trabajo; esto es porque le falta la colaboración con otros individuos.
Por este motivo, cuando por alguna razón nos encontramos solos no nos sentimos del todo a gusto; nos falta la compañía de otros seres humanos. En algunas personas este deseo natural de compañía toma la forma de un auténtico miedo a la soledad, especialmente cuando el hecho de encontrarse solo se traduce en un “estar sin pareja”.
Pero los momentos de soledad, también forman parte del ser humano, igual que los tiempos compartidos. El ser humano no solo es un ser gregario, también es un individuo. Por tanto,, la soledad no es un estado carencial, es una oportunidad.
Cuando estamos solos podemos desvincularnos de las obligaciones y constricciones que nos impone estar con otros -- tenemos que compartir, dialogar con otros, negociar, competir, ceder…--, para encontrarnos con nosotros mismos. Podemos hacer cosas pensando sólo en nosotros mismos y mimarnos con aquello que nos gusta.
La soledad puede ayudarnos a descubrir nuevas facetas de nosotros mismos y vernos de otra manera, es decir, cultivar nuestra individualidad; y es esta precisamente, nuestra forma de ser diferentes de los demás, lo que nos hace atractivos para los otros.
Debemos aceptar que la soledad es el polo opuesto pero necesario, de la compañía, y el tiempo solitario empleado de manera positiva nos capacitará para la vida con los demás.
Sólo si sabemos disfrutar de nuestra soledad, sabremos disfrutar también de la compañía.

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