domingo, 26 de febrero de 2012

APRENDER A QUERERSE 2

APRENDER A QUERERSE 2


Para cuidar bien de uno mismo es imprescindible escuchar al corazón en silencio, saber que siente y necesita. Nutrirlo con actitudes positivas, tratarlo con respeto, ser tolerantes con él cuando sufre, nos hará sentir mejor con nosotros y con los demás.
El corazón es un órgano espiritual, porque es el que cuida el desarrollo de nuestra sabiduría y nuestra bondad; reacciona a la tonificación y al fortalecimiento, y también es susceptible al daño. Y, al igual que el carácter, puede evolucionar. ¿Cómo podemos fortalecer nuestra relación con el corazón espiritual? Empecemos por cuidarlo cuando este sufriendo.
Todos recordamos momentos en nuestra vida en los que nos hemos sentido débiles de corazón; tal vez fue consecuencia de una decepción emocional, de un disgusto amoroso, de una pérdida, del miedo al rechazo o al fracaso. Todos hemos experimentado esta sensación -en el corazón- como una palpitación desagradable o una impresión de pesantez o de aprensión. En ocasiones esta sensación de estar débil o herido procede del exterior, de los demás, de un momento de apuro o de la tensión. Pero a menudo no reconocemos las heridas que nos infringimos a nosotros mismos, el daño que nos causamos, hasta que es demasiado tarde.
Podemos pasar años o décadas antes de darnos cuenta de que no nos hemos cuidado de una forma vital. La queja crónica, la depresión, la irritabilidad, la agresividad pasiva, la sensación de no ser reconocido - aunque seamos nosotros los primeros que no nos reconocemos-, son algunos síntomas de que no cuidamos nuestro corazón. Estos síntomas pueden acabar convirtiéndose en rasgos de nuestro carácter, pueden acabar definiendo nuestra manera de ser. La mejor medicina para nuestro corazón espiritual es la prevención. Tanto si nos defendemos del mal que nos causan otros como del que nos inflingimos nosotros mismos.
~ RESPETO HACIA UNO MISMO.
¿Qué podría impedirnos cuidar de nuestro corazón? Puede que temamos ser egoístas o que sintamos que no merecemos tanta atención o puede que nuestro centro de gravedad se situé siempre en el mundo exterior. Debemos mantenernos en guardia contra estos autosabotajes.
Si reflexionamos sobre el cuidado del corazón, podemos reconocer una tendencia a ser intransigentes con nosotros mismos cuando las cosas van mal. Y esta tendencia sólo puede causar más intransigencia y negatividad en nuestras relaciones con los demás y con el mundo, lo que perpetúa el problema. Por lo tanto, es esencial ser bueno con uno mismo, ser permisivo, especialmente cuando las cosas van mal y somos infelices.
Sin embargo, también debemos evitar las imitaciones, pues, como muchos hábitos valiosos, el cuidado del corazón puede tener caricaturas, como es el narcisismo, el egoísmo y la sobreprotección del “yo”.
El cuidado del corazón comienza por fomentar el respeto y la bondad hacia uno mismo. Este respeto es, en muchos sentidos, lo opuesto al egoísmo, porque se basa en la premisa siguiente: “No puedo ser útil y bueno con los demás si yo soy débil y descuidado conmigo mismo. Sólo si mi corazón es fuerte, puedo abrirlo a los demás con la seguridad de que estoy protegido, al mismo tiempo que soy vulnerable en el mayor sentido de la palabra. Es decir, soy vulnerable porque soy capaz de soportar el sufrimiento -ya sea el mío o el de los demás- sin desmoronarme, seguro de sobrevivir emocionalmente, de permanecer positivo ante la vida.
~ EL VALOR DEL SILENCIO.
Una de las primeras condiciones para cuidar el corazón es el silencio. Sólo en silencio podemos escuchar sus necesidades. Puede que nuestro corazón esté sufriendo sin que lo sepamos y que nosotros no atendamos su dolor porque estemos demasiado ocupados en otras cosas o porque aceptemos como inevitable un cierto nivel de angustia.
Cuando tenemos un momento de silencio, el malestar brota a la superficie o, incluso, puede que lo sintamos por primera vez. A partir de entonces, lo más importante es la conciencia, la atención. Si estamos más atentos a la voz de nuestro corazón, aprendemos a decir “No”, a protegernos de ser invadidos o de que se aprovechen de nosotros y asumir las consecuencias de nuestras decisiones.
Cuando escuchamos desde el corazón, estamos preparados para actuar con autenticidad y al escucha a otros es probable que actuemos con empatía. En los momentos de silencio podemos empezar a deshacernos de un sinfín de opiniones, prejuicios e incluso actitudes engorrosas y que pueden estar tan arraigadas como “No soy la clase de persona que toma la iniciativa”, “Mi familia nunca cambiará” o -cuando alguien dice o hace algo que no nos gusta- “ya está otra vez con lo mismo”.
También podemos formar la mente para que esté en silencio en situaciones apuradas o ruidosas, obteniendo una doble recompensa. Por un lado, menos tensión a corto plazo, ya que la química del cerebro nos corresponderá con un estado de relativa paz. Y a largo plazo, recibiremos mucho más: la sabiduría y la inteligencia emocional sólo se adquieren cuando estamos despejados y abiertos.
En silencio llegamos a oír lo que tiene que decir el corazón; la mente silenciosa nos beneficia en múltiples aspectos, nos aporta paz y nos libera frente a la tensión, nos da claridad de pensamiento, reduciendo la confusión; y también nos permite escuchar al corazón y comprender lo que siente realmente.
~ LAS RAZONES DEL CORAZÓN.
Blaise Pascal, dijo: “El corazón tiene razones que la razón no conoce”. Cuando no oímos estas razones, nos sentimos desconectados, incómodos; si las oímos estamos en contacto con nosotros, nos sentimos seguros y distinguimos lo bueno de lo malo, afrontamos las dificultades con valentía y nuestras relaciones con los demás son más fuertes y ricas.
El cuidado del corazón puede ser eficaz solo si se convierte en un hábito positivo. Es una forma de honrar la vida, no solo de sobrellevarla. No debería de ser un acto puntual sino una constante, un recordatorio de que estamos en el camino de la realización.

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