lunes, 20 de febrero de 2012

En Busca de un ayer perdido


EN BUSCA DEL AYER PERDIDO

Es importante que aprendas a ser generoso contigo mismo. Aprender a controlar tus emociones incontenibles e inexplicables que sólo te conducen a una frustración repetida que se alimenta con las mieles de tus continuas caídas y recaídas, de los propósitos nunca conquistados, de las promesas jamás cumplidas.

De manera inconsciente se vive un infierno permanente en el que buscas y no encuentras, quieres y no puedes o puedes pero no quieres, y aquello que deseas fervientemente, una y otra vez se te va de las manos.

Cuantas veces haz pretendido dejar algo, que te destruye y que te mantiene esclavo en una relación dependiente, destructiva o una adicción química y/o emocional como el alcohol o el cigarro. Más y más sientes que la necesitas, como si queriendo dejar algo o a alguien, mientras más esfuerzos realizas por alejarte, por terminar con la dependencia, más y más te esclavizara, y así, como una cinta sin fin, te encuentras repitiendo errores, reviviendo un infierno en tu mente, en tu corazón y en tu realidad material, sin entender siquiera la razón; porque precisamente esta es la cualidad relevante de la parte oscura de la mente: REPETIR Y MULTIPLICAR AQUELLO QUE HA SIDO GRABADO CON LA EXPERIENCIA DE UNA EMOCIÓN PROFUNDA E INTENSA.

Esta cualidad cesa cuando enfrentas de manera consciente la emoción original, la que genero una fractura en tu alma, un desgarre en el corazón

Para generar una genuina transformación interior resulta imprescindible voltear en el ayer y con plena consciencia sacar a la superficie los recuerdos del pasado para comenzar a tener el control de tus emociones y conducir toda esta energía inconsciente hacia los niveles de la consciencia.

Así pues, tener conciencia de ti es aprender a descubrirte, autoconocerte, poder viajar en el ayer y, con pleno conocimiento descubrir fracturas, momentos dolorosos, tal vez vergonzosos, que se grabaron en tu mente de manera inconsciente, que no solo te impulsan a repetir aquello que tanto te dañó; sino también a perder la noción de lo que es bueno o dañino para ti y los tuyos, a borrar la posible comprensión del porqué se aceptan situaciones que te degradan y laceran como gritos, golpes, ser la segunda o no ser nada, el porqué se aceptan humillaciones y malos tratos; el porqué destruyes tu mente y tu cuerpo con adicciones y tóxicos.

El porqué entregas tu cuerpo buscando una caricia, una migajita de amor, para después sentirte culpable, miserable, utilizada y más carente de aquello que con todo afán buscas: EL AMOR. No entender tampoco porqué gritas o golpeas, porqué te engarzas repentinamente en relaciones dependientes destructivas o te aíslas en la soledad.

Si no te conoces a ti mismo es inútil y estéril, cualquier intento de cambio aún cuando puede resultar cómodo, “fácil” y conveniente navegar en el mar de la inconsciencia, si es que se le puede llamar fácil y conveniente a repetir el infierno conocido de tu mente, de tu corazón y de tu realidad externa y material. Permanecer constantemente como hoja al viento, dependiendo siempre de las circunstancias ajenas a ti, de la decisión y aprobación de los demás; haciendo cosas que en realidad no deseas hacer para ser querido o por lo menos aceptado. Además, infringiendo dolor, vergüenza y culpa a quien más dices amar, o bien, callar tus emociones, incluso ignorarlas, enganchándote en emociones ajenas para poder justificar las propias; callando y guardando expresiones de amor que es más fácil compartir con la “mascota” que con tus propios familiares; este es el pago más cruel que demanda la inconsciencia.

Hacer consciencia es profundizar en la mente para descubrir las causas y razones de la vida que has llevado, haciendo contacto con el dolor original que te desgarró el alma y congeló la emoción en un recuerdo inconsciente que se repite como cadena eterna, que te ha esclavizado a repetir un ayer que ya no deseas vivir más; es dejar de ser víctima de las circunstancias; es aprender a ser libre, dueño de ti para dejar de ser esclavo de las emociones y dejar de engancharte en los reclamos y expectativas de los demás.

El dolor que vas a experimentar es un dolor diferente, un dolor que sana, que libera y que inicia una nueva vida, una vida mejor; por lo tanto, hacer conciencia, como podrás haberte dado cuenta, requiere esfuerzo y te obliga a atravesar por el bosque encantado y oscuro de tu ayer, en el que hace mucho, mucho tiempo se extravío tu niño pequeño, tu niño interior.

Conocer la dinámica de la mente, te permite comprender por lo menos una parte de los motivos y razones de ese rosario de errores repetidos a lo largo de tu existencia, pues en ningún ser humano existe la maldad natural, sólo la inconsciencia, la ignorancia que impulsa a “fotocopiar” el pasado, generando mayor ansiedad, culpa, auto devaluación, y con todo ello se multiplica el dolor y la soledad.

Este conocimiento te dará mayor fuerza para continuar la aventura maravillosa de rescatar a tu niño interior, pues penetrar en el nivel oscuro de la mente puede resultar doloroso; de hecho lo es. Pero surgir de la oscuridad acompañado de tu niño interior es convertirte en música, en sol; es recobrar todas las cualidades que un día te permitieron ser amigo de las aves, jugar con las estrellas, volar por el cielo y no sentirte solo; es recobrar tu inocencia, la frescura la espontaneidad y la capacidad de amar sin miedo, sin condición; también de perdonar sin esfuerzo alguno, de sonreír por el solo privilegio de existir.

En caso de desalentarte, levanta tu ánimo, llénate de energía, aliéntate a continuar en la búsqueda de tu niño interior; no obstante, estamos tan acostumbrados al dolor que nos hemos vuelto adictos a él; hemos aprendido a justificar todos los sinsabores que enfrentamos día con día.

El miedo callado durante tanto tiempo quizá te diga que nada modificará ese ayer que sin darte cuenta, moldeó tu hoy. Eso es evasión, negación, un mecanismo de defensa utilizado frecuentemente por el subconsciente para evitar enfrentar la realidad, tú verdadera realidad. Si esto es así, por favor no claudiques en el intento de continuar en el camino de los recuerdos engañosos. Mejor ve tu realidad y cuestiónate sobre si te gusta lo que estas viviendo. Mira hacia tu interior y acepta la soledad y la nostalgia inexplicables que permanecen en ti de manera silenciosa.

Estas deben ser tus razones para decidir si continúas o no con tu propósito de cambio, no los recuerdos engañosos que te llevaron a vivir el dolor más profundo que puede experimentar cualquier ser humano, ignorar que alguien o algo te robó tu niñez, pues dejar de ser niño a cualquier edad es una de las tragedias más grandes de la humanidad; por lo tanto, guíate sólo por lo que estás viviendo, por lo que pretendes cambiar y no por pensamientos inconscientes y engañosos que te seducen para continuar navegando en el mar de la inconsciencia, en la repetición constante del infierno conocido.

El miedo que albergas en tu interior sin darte cuenta se ha convertido en tu compañero constante y, cuando alguien te dice que vas a experimentar algo que te pueda causar dolor, aún cuando sea liberador, te incita a claudicar.

El rescate de tu niño interior te permite también entregar la llave de libertad a tus propios hijos y a los seres que amas, para que recorran su propio camino de redención. El contacto con tu niño interior constituye la esperanza anhelada, toda una vida de vivir en armonía y libertad, dejando los sentimientos, las limitaciones y carencias; y todo esto lo puedes lograr tú con plena consciencia: Descubriendo quien es tu niño interior.

El reencuentro con tu niño interior te dará la oportunidad de abrazarlo, tenerlo junto a ti, en tu consciencia y en tu corazón, para poder brindarle todo tu amor, ternura y la aceptación que en el ayer le faltó; con él lograrás recuperar la alegría, la espontaneidad, la confianza en ti mismo en la vida y en los demás.

¿Quién es?

Un ser en gestación, comienza a recibir, desde que es fecundado, amor o desamor, aceptación o rechazo y todas las emociones, tanto positivas como negativas que la madre experimenta durante este lapso. Una vez que nace, de nuevo vuelve a sentir el impacto de las emociones recibidas en ese momento; amor o desamor y rechazo, talvez porque lo que esperaban del bebé no llegó (hombre o mujer), el color de piel, el parecido, la duda de la paternidad, el miedo que experimentan los padres ante la economía con la que cuentan, las presiones de la vida cotidiana, los distanciamientos o el abandono, etc.; de igual manera el amor y la aceptación que recibe desde ese momento van conformando en el bebé seguridad, una sensación interna de aceptación y confianza; en caso contrario, inseguridad o temor que se manifiesta en llanto y malestar constante que genera mayor cúmulo de emociones negativas que se revierten en el bebé, el cual vuelve a sentir el impacto del rechazo, de la no aceptación y el desamor.

A lo largo del desarrollo de la infancia, se experimentan situaciones que afectan el mundo emocional del niño y que van quedando grabadas en las profundidades de la inconsciencia, pero si éstas han generado un profundo dolor, culpa o vergüenza, la dinámica de la mente tiende a ocultarlas en los niveles más recónditos, grabándolas con la fuerza de la emoción de ese momento, por lo que de manera inconsciente, tendemos a repetir o multiplicar el daño experimentado en aquel momento de nuestro ayer; repitiendo la infracción contra nosotros mismos, castigándonos o agrediéndonos u ofendiéndonos como en los momentos de aquel ayer que nos desgarró el corazón.

Cuantas veces, cuando cometes un error, repites en silencio o en voz alta; “soy un estúpido”, “una tarada”, “todo lo hago mal”, etc., si haces un poco de memoria, son las mismas palabras que te decían cuando apenas eras un infante. En ocasiones, esos recuerdos inconscientes, el daño y el dolor almacenados toda una vida, se vierten en contra de las personas que nos rodean, y cuando menos pensamos estamos incurriendo en la misma situación, volcando contra ellos todas las agresiones que en ese ayer cometieron contra nosotros y que un día juramos nunca volver a vivir.

Cuando te has encontrado gritando, golpeando, amenazando como tantas veces lo hicieron contigo, en esos momentos es tu niño interior quien grita, vocifera y repite todo lo que aprendió, todo lo que le hacían en esos momentos de dolor; ciego de la ira y el sufrimiento amargo de tu niño interior, que contamina cada instante de tu vida y te arrastra hacia las tinieblas de la inconsciencia para “fotocopiar” el pasado y de repente, regresas a la realidad asustado, sorprendido y culpable.

Recuerda “Somos víctimas, hijos de víctimas”.

Con el paso del tiempo, el desarrollo físico continúa y llegamos a la edad adulta y con ella, mil y una responsabilidades que tenemos que enfrentar día con día, ignorando que cada uno de nosotros llevamos en el interior un niño pequeño y frágil que, al no tener la nutrición adecuada emocionalmente, fue acumulando fracturas en el alma y aprendió a callar sus miedos y preguntas, cansado de no obtener respuestas. Aprendió a sentirse culpable de todo lo que pasaba a su alrededor.

Tal vez sintió el impacto de ofensas, insultos, golpes, comparaciones y el abuso en todas las expresiones, de personas que el corazón de un niño sólo esperaba amor, respeto y confianza.

Cuando un niño es víctima de este tipo de agresión se distorsiona el concepto de sí mismo y cae en una profunda autodevaluación; además, se instala un sentimiento permanente de culpa y de creerse malo y diferente.

Esta experiencia como muchas otras sufridas en la infancia generan un dolor tan intenso que el desarrollo emocional se bloquea, dejando atrás a un niño asustado y triste, tal vez avergonzado y culpable, que se pierde entre las tinieblas y la oscuridad de la inconsciencia, que llora sin que nadie lo escuche ni lo consuele.

Y por si esto fuera poco, ese niño fracturado con el látigo del desamor, tratará, una y otra vez, de formar una relación estable, de encontrar a alguien que lo ame y le acepte tal cual es, incluso comprando afecto, aceptando situaciones que le degraden y avergüenzan y, sin embargo, difícilmente podrá entablar una relación permanente, pues desde tiempo atrás aprendió a desconfiar de los demás, de la vida y de sí mismo.

Probablemente haya recibido gritos y regaños; frases y ademanes que le hayan hecho sufrir el impacto de la soledad y la incomprensión, sobretodo sentirse ridículo o raro, por sentir y expresar emociones, lo que le obligo a callar sus sentimientos y a incrementar su miedo. Aprendió a reprimir o evadir las emociones, preparándose con ello para la vida adulta y ser una persona codependiente o bien de los ayudadictos; es decir, las personas que siempre se encuentran enfrascadas en la necesidad de “salvar” a los demás, de arreglar vidas ajenas, aún cuando la propia se encuentre desmoronada y sin sentido.

Con ello, el adulto con un niño herido en su interior, de manera inconsciente se programa para ser infeliz; una y otra vez busca situaciones o relaciones que garanticen un sufrimiento permanente ¡sólo porque inconscientemente tiene miedo a ser feliz!. Se siente imposibilitado a decir ¡Basta!, siempre aparentando ante los demás bienestar y felicidad, escondiendo bajo una máscara el llanto desgarrador de un niño que aprendió a reprimir las emociones negativas por temor a saberse malo y sentirse rechazado, quedando atrapado en sentimientos inexplicables de tristeza, nostalgia, ira y frustración que le llevan a perder el control de sus emociones, a decir cosas que quiere callar, a gritar sin razón aparente y a volver a sentir una y otra vez la culpa, la soledad y el rechazo, que en aquel ayer se experimentó.

Sin importar los intentos que realices por cambiar, ni la edad, ni el grado de avance económico o profesional que hayas logrado adquirir, día con día se experimenta una vez más el infierno conocido de un ayer, que se hace hoy.

Y es a través de ese niño interior lacerado, olvidado y abandonado en la oscuridad y las tinieblas del subconsciente, que sentimientos añejos invaden tus momentos actuales para contaminar cada “hoy”, para hacerte sentir ridículo y torpe, para hacerte actuar de manera infantil e inmadura, dañándote tu mismo y a los demás.

Este es el drama de nuestra existencia: repetir patrones inconscientes, agregando patrones de dolor y amargura a la cadena de esclavitud que nos mantiene atados al infierno interminable de la inconsciencia. Esta es la verdadera causa de la pesadilla que estamos viviendo como humanidad: un niño lacerado, desvalido y atrapado, prisionero en un cuerpo de adulto.

Debemos rescatar de ese ayer los momentos maravillosos de tranquilidad y paz para enriquecer y transformar cada día de nuestra vida, de nuestro hoy para experimentar la frescura, la espontaneidad que sólo un niño puede ofrecer, ya que si a todas las fracturas albergadas en el alma le agregamos que a nosotros nos tocó hacer nuestra aparición en el escenario de la vida en un siglo materialista, en el que se ha ignorado la importancia de la vida emocional y espiritual, nos encontramos ya frente al perfil de nuestra más intensa tragedia; exiliados de nosotros mismos, vacíos en el interior, con cuerpos de adultos, dispuestos a hacer nuestro mejor papel como seres humanos en todos los terrenos a lo largo de nuestra vida.

No obstante, en el interior permanece instalado un niño pequeño temeroso e inseguro, porque tal vez en su ayer fue comparado y ridiculizado frente a los demás; y tal vez se encuentre lleno de ira y rabia porque haya sido agredido y golpeado porque en ocasiones tiene brotes de ira inexplicables.

Ignorar que llevamos un niño herido, lastimado en lo profundo de su ser, solo conduce a sentirnos atropellados, agredidos por medio mundo y otra vez, a pensar que nos hacen de menos, que todo lo que se dice y hace es en nuestra contra, a ofrecer respuestas tontas y absurdas cuando nos sentimos presionados, a sentir envidia de todo y de todos por el temor inconsciente de ser desplazados; a vivir siempre de espaldas a la vida, transitando por caminos que no son los nuestros, reproduciendo carencia, enfermedad, sufrimiento y agobio.

Ignorando que no son las circunstancias actuales las que nos afectan, sino los recuerdos inconscientes que ahondan las fracturas del alma del niño que llora en nuestro interior; y así, queriendo entregar lo mejor de nosotros mismos, nos sentimos imposibilitados incluso para decir te amo. Habiendo sido abandonados por un ser querido en alguna etapa de nuestra infancia, nos programamos inconscientemente para ser abandonados o para abandonar a quien más amamos, aún cuando este abandono sea de índole emocional, pues resulta imposible brindar lo que no se ha recibido. A menos que logremos rescatar a ese niño interior, para brindarle a partir de hoy, en todo momento el amor y la ternura que hubiésemos querido recibir en aquel ayer.

Ahora ya sabes quien es tu niño interior: eres tú mismo en un ayer distante, perdido y olvidado en la parte oscura de la inconsciencia, experimentando constantemente miedo, dolor, desamor, culpa y muchas emociones más que te han robado hasta el deseo de soñar y, sin darte cuenta has enterrado anhelos e ilusiones entre lágrimas de vergüenza y soledad.

¿Ahora entiendes el porqué de la división interna que experimentas frecuentemente?,

¿El porqué de la dualidad, de esa nostalgia inexplicable? Y ¿Cuánto tiempo has permanecido exiliado de ti mismo?

A estas alturas sabes que se encuentra perdido en la parte oscura de la mente, atado con lazos emocionales a los recuerdos de un ayer doloroso que, de manera inconsciente, te obligan a repetir los hechos lastimosos que fracturaron tu alma de niño; existen causas inconscientes, anteriores incomprensibles, que te confundían y dañaban reiteradamente, haciéndote sentir impotente para dirigir tu existencia, para ser siquiera dueño de tus emociones, pues de una manera u otra te has encontrado replicando en tu vida aquello que tanto daño te causó, involucrándote con tipos que en esencia representan lo que más detestas y te recuerdan de manera inconsciente las situaciones lastimosas del ayer.

Por lo tanto, debes rescatar del dolor amargo al niño que vive en tu interior, que ha permanecido cautivo y, como el héroe de aquellos cuentos infantiles, buscar el tesoro resguardado por dragones y monstruos que representan el miedo y la culpa, y que pretenden hacer que declines en este intento de ser uno contigo mismo, de ser libre y auténtico: ser simplemente tú, sin miedo ni ataduras, consiguiendo una nueva oportunidad para vivir.

Mientras más recursos tengas, más provisto te encontrarás para enfrentar la adversidad y los tiempos difíciles que en algún momento vas a experimentar. Que nada turbe tu corazón en el propósito de continuar con tu afán de conquistar una vida mejor a través del rescate de tu niño interior, pues evadir es lo que has realizado todo el tiempo. No enfrentar el dolor que generó las fracturas y desgarres en tu alma, te ha programado para repetir aquello de lo que pretendes escapar.

El infierno vivido y el dolor experimentado, deben de ser alicientes suficientes para continuar con tu propósito, pues solo cuando se hace contacto con el dolor original y se rescata el dolor que se colapso en el momento de la infracción vertida en tu alma de niño, se logra liberar de sentimientos encontrados y destructivos, y con ello apoderarse de las llaves que abren candados de esclavitud e inconsciencia para comenzar a construir la vida que desde lo más profundo de tu corazón deseas.

Procura cargar siempre papel y lápiz para anotar las evocaciones que vayan emergiendo de las profundidades; es de hacer notar que mientras te encuentres inmerso en está búsqueda, No tomes decisiones importantes o trascendentes (como separarte de la familia o establecer una nueva relación de pareja; a menos que te encuentres sometido a una tensión que afecte tu integridad física o emocional como un duelo).

En este camino, es probable que tengas que enfrentar emociones muy difíciles de aceptar con plena consciencia, pues por ignorancia del funcionamiento de la dinámica de la mente, con frecuencia nos encontramos reprimiendo o disfrazando las emociones que emergen del subconsciente. Recuerda que en este plano, tanto los pensamientos y sentimientos fluyen de manera ininterrumpida como las olas del mar y deben llegar al plano de la consciencia el contenido inconsciente a través de los recuerdos, imágenes, sueños y melodías. Recuerda que el subconsciente es amorfo, ilógico e instintivo; este puede surgir con la fuerza de un huracán, sobre todo en momentos en que te afectan emociones intensas; agradables o no, como odio, muerte y destruir ya sea a ti o a todos.

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