sábado, 18 de febrero de 2012

EL DUELO


DUELO

Duelo: dolor: pena, pelea entre dos partes y engaño de la eternidad.

Asociamos inevitablemente la palabra “duelo” con la muerte, pero el proceso de elaboración de un duelo suele suceder frente a cualquier pérdida, definiendo como “vivencia penosa” la situación interna frente a lo que ya no está. Es decir, un duelo puede generarse también a partir de una acción voluntaria, como decidir mudarse o dejar a alguien.

Frente a la vivencia de la pérdida el proceso de duelo se establece para poder seguir adelante y superar la ausencia. Pero en este camino que es el de las lágrimas se nos presentan algunos senderos que nos alejan del final: uno es un supuesto atajo, otro un desvío que conduce a una vía muerta.

Pero no existe más que un camino saludable, el del proceso de elaboración del duelo normal.

La negación de la pérdida es un intento de protegernos del dolor y contra la fantasía de sufrir, evadiendo la realidad desagradable, esto es un desvío cuando la persona se estanca en esa etapa y sigue negando la pérdida más allá de los primeros días.

La negación es una forma de fuga, un vano intento de huida de lo doloroso. No resuelve nuestra pérdida, sólo lo posterga y apuesta a que lo podrá hacer eternamente. El negador vive en un mundo de ficción donde lo perdido todavía no se fue, donde el muerto vive, donde que lo paso nunca pasó.

El desvío hacia el sufrimiento, es la decisión de no seguir avanzando. Es una especie de pacto con la realidad que conjuga un mayor dolor ante la posibilidad de tener que soltar lo perdido y mi deseo de no soltarlo nunca. Entonces nos detenemos y nos apegamos a lo que se fue, instalándonos en el lugar del sufrimiento.

Sufrir es hacer crónico el dolor. Es transformar un momento en un estado, es apegarse al recuerdo de lo que lloro para no dejar de llorarlo, para no olvidarlo, para no renunciar a eso, para no soltarlo, aunque el precio sea mi sufrimiento, una misterioso lealtad a los ausentes.

En este sentido el sufrimiento siempre es patológico. Es como volverse adicto al malestar, es como pretender evitar lo peor eligiendo lo peor. El sufrimiento es racional aunque no sea inteligente, induce a la parálisis, es estruendoso, exhibicionista, quiere permanecer y necesita testigos.

El dolor en cambio es silencioso, solitario, implica aceptación, estar en contacto con lo que sentimos, con la carencia y con el vacío que dejo lo ausente. El sufrimiento pregunta porqué aunque sabe que ninguna respuesta lo confortará; para el dolor se acabaron las preguntas.

El proceso del duelo siempre nos deja solos, impotentes, descentrados y responsables, pero sobre todo, tristes. El dolor se conecta con un sentimiento: la tristeza. Una emoción normal y saludable, aunque displacentera porque significa extrañar lo perdido.

Aunque la tristeza puede generar una crisis, permite luego que uno pueda estar completo, que suceda el cambio, que la vida continúe en todo su esplendor

La diferencia más importante entre uno y otro es que el dolor siempre tiene un final, en cambio el sufrimiento podría no terminar nunca.

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